En dos días hicimos 867 km en la transbrasiliana, queriendo avanzar rápido para cumplir con la fecha que me vence mi visa de turista. Al fin paramos en Três Lagoas un pueblo que Luis conoció en un viaje anterior. La ciudad con casi 90 000 habitantes tiene, fiel a su nombre, tres lagunas. La primera laguna, bordeada de un bello parque, se ubica en el pleno centro de la ciudad. Es aquí donde la naturaleza encontró un sorprendente equlibrio con los habitantes de la ciudad. No solo ahorran el con el jardinero ya que los capibara, roedor viviente de mayor tamaño y peso del mundo, dan un corte impecable al césped, pero también se puede encontrar unos perezosos caimanes tomando sol al lado de ellos. Nosotros, con un sentimiento mezclado de respeto y miedo nos dimos cuenta que los habitantes daquela ciudad pasan al lado de ellos con la mayor
tranquilidad. Aprendemos que ataques del aterrador reptil son poco comunes y que el verdadero peligro se encuentra escondido abajo la superficie: El piraña.
Cuando pasamos por el parque central, la ciudad nos vuelva a sorprender con su pacifica covivencia con animales salvajes. Dentro una vieja palmera hueca se instalo una pareja de guacamayos amarillos, totalmente acostumbrados a la presencia humana. Mirando por el cielo además avistamos tucanos y loros sobrevolando sus territorios urbanos. Impresionados con la covivencia nos fuimos de esa ciudad iniciando el territorio del pantano.
Sophie, 25.05.016